NUNCA ME IMPORTÓ FIORELLA (érase una vez de un cuentista violento)
Lo cierto es que nunca me importó Fiorella. Es decir, me gustaba verla caminar por mi lado presurosa, sonriente, linda como ella misma en ese uniforme blanco y absurdo que yo también usaba, pero que en ella se veía tan bien; y caminaba con ese enorme queso que casi lograba hacerle perder el equilibrio, o con ese enorme jamón… La veía, claro que la veía, y mi corazón palpitaba a mil por hora al hacerlo; pero eso no significaba que ella me importase. Lo cierto, lo sincero… era que ella me importaba un comino. ¿O quizás no? ¡No, sí, sí era así!
Me gustaba verla porque era linda. Me gustaba que sonriera, porque tenía una linda sonrisa. Me gustaba que me viera, a veces, cuando de casualidad yo también la veía; me gustaba eso, claro, porque entonces podía pensar, ¡qué digo pensar!, ¡SOÑAR! Soñar con sus labios mojados, pegados a los míos… Sí, eso me gustaba. Me gustaba soñar y ella era un sueño. Me importaba el sueño, mas no ella. “El queso sí, el jamón no”.
Bueno, en fin, como les decía: nunca me importó Fiorela. Es por eso mismo que a veces escribía su nombre con doble “l”, o sea con “ll”, y otras simplemente con un solo palito. Y ya que hablamos de palitos, pues… ella era como uno cuando me la presentó mi jefe. Era como un “palito”, de eso hablo. ¿O como un fideito? Bueno, ¡la cosa es que era flaca la bonita! Tan flaca, que si mi amiga Josselyn, que juega “Qüiditch” mientras vuela en su escoba, la hubiese visto por aquellos días, aparte de atrapar por fin una “snitch”, se hubiera muerto de la envidia tantas veces, que del infierno o del paraíso la hubiesen botado igual de veces, por el berrinche que hiciera por esos lares su alma traviesa.
No me importaba ella, pero sí los pasos que daba o las huellas que dejaba. Era como una maldición todo aquello que se empavonaba a este hecho de ella y yo, mi desinterés, su
sonrisa y el queso que la hacía perder el equilibrio, a veces. Sí, como una maldición. Una maldición como la que sufrió “Platero”, el borrico más lindo que conocí, de pequeño, en palabras que cobraron forma: forma de “Platero”, claro, y de acero, y de borrico por supuesto. Atravesé con él mil parques y columpios, un montón de carpetas, un montón… de paseos por la iglesia. Pero cuando al fin pensé pasarlo todo con mi amigo inseparable…, mi amigo inseparable se separó de mí. Murió. Lo vi morir y “El Principito” también lo vio; muriendo él también, de pena. ¡Pobre Platero! ¡Pobre Principito! ¡Pobre de mí llorando por mi borrico! ¡Pobre rosa hermosa llorando a su príncipe!
En un país muy, muy pequeño dejaría mis temores, mis tonterías que saben a jamón y queso. No, Fiorella nunca me importó. No me importó antes porque me lograba poner muy nervioso; ni me importó, antes también, porque soñaba con sus labios húmedos junto a los míos.
Como sea, hoy comeré fideos. Me dijeron que los italianos son delgados porque comen solo eso… y bueno, yo estoy algo gordinflón. Fiorela como un palito y yo como miles de globos inflados con helio, volando por entre las nubes, sin rumbo fijo… Fiorella sube en mi canastilla, usando ese uniforme blanco y absurdo que yo también usaba; sube con “Platero” que devora un enorme jamón y un enorme queso que encontró tirado por ahí… “¡Accio escoba!”, se oye fuertemente desde lo alto de mí, que vuelo por los cielos, llevando a una mujer y un borrico… De pronto, desde el sitio que está debajo de las nubes aparece una escoba voladora. Un niño suicida con apariencia de príncipe salta desde el globo más lejano y se logra asir a dicha escoba. Es mi amigo “El Principito”. Me fijo en su bolsillo y veo que no anda solo: la rosa más hermosa del mundo lo acompaña. A mí me acompaña Fiorela, o Fiorella… Claro, me acompaña a mí, porque ya no la pueden acompañar ni el queso ni el jamón.
¡Bueno! Lo cierto es que ella nunca me importó, o me importó lo equivalente a un comino… Lo cierto también es que mi amiga Josselyn era muy mala como “buscadora” y por eso la sacaron de su equipo… ¿Lo cierto? Lo cierto es que te dedico este cuento como regalo… Lo cierto es que es solo un cuento y yo, yo te amo.
