EL BOSQUE DE LOS
ESPEJOS
Alicia estaba muriendo. Tan pequeña...,
tan frágil... ¡Qué importaba si un viejo como yo dejaba este
mundo! A nadie le importaría eso. Pero ella de seguro alegraría la
vida de muchos en el futuro. Mi niña merecía conocer de las cosas
buenas que ofrece este mundo absurdo, y por eso yo, un simple anciano
al que ella llamó amigo alguna vez, con esa dulce voz y sonriendo
luego; yo, quien no era nada hasta el preciso instante en que crucé
mi vida con la de ella, iría al “Bosque de los Espejos”.
Alicia había cruzado “La
Línea” por Esmeralda, alguien a quien ni siquiera había
conocido, alguien de quien solo había escuchado una historia en una
fogata.
Esmeralda era mi Alicia de la
juventud... No supe cuidarla y corrió hacia allá al ver un simple
venado. ¡Un simple venado! ¡Un maldito venado! Yo debí estar más
cerca. Le juré que nunca me apartaría de su lado y hace sesenta
años que no la veo. ¡Soy un miserable! Un viejo cobarde que
abandonó a su novia en un sitio donde se condenaría. “Reglas son reglas”,
me decían una y otra vez los protectores de “La Línea”, luego
de darme una paliza por semana por dos años seguidos. Para el tercer
año ya no lo intenté más. Ya no la amaba tanto, quizás. Deben
saber que el tiempo es el peor enemigo del amor. Del mismo modo lo es
la distancia. Si a eso le suman que siempre supe lo que supo
Esmeralda, o lo que sabía Alicia incluso ahora, sabrán que el
“tiempo” y la “distancia”no son ni por asomo el peor enemigo
del “amor”. Lo que hace menos rojo a un corazón, es el “miedo”.
Ellas sabían, al igual que yo, que “La
Línea” no era la única entrada al “Bosque de los
Espejos”. Lo supe desde siempre y nunca fui a buscarla. Soy un
miserable..., un maldito anciano repugnante. “¡Alicia no te
mueras! Por favor... ¡Por favor!”.
Un arroyo, luego un camino angosto y
pedroso que era el inicio de más y más caminos en ruinas. Luego una
cueva. Ya dentro, espacios reducidos, sinuosos, donde constantemente
oyes ecos de personas que no ves, y es posible nadie haya visto
jamás. Sales de la cueva para toparte con una luz intensa. Siempre
hay luz, ya sea de día o de noche...
Sí, ya estás dentro de aquel bosque
maldito. Pero, no solo has entrado a un “bosque”. La entrada que
elegiste es la de uno de sus “espejos”. De hecho, si lo que me
habían contado era verdad, no se podía avanzar más allá en el
bosque, si no entrabas a través de ellos... “El problema es que
son muchos y no de todos te puedes fiar”, oí en mi cabeza en
cierto tramo. Lo supe por Alicia que me habló en sueños mientras no
dormía, mientras pensaba en ella con vehemencia. Mientras las
sensaciones suicidas se acrecentaban cada vez con más fuerza. Lo
dijo con la voz clara y dulce que oí de ella con regocijo, en ese
breve tiempo que bastó para que la viera como lo más importante de
este mundo y de cualquier otro que pudiera existir sin que nadie lo
supiese. Ella no solo me habló en sueños que no eran sueños, sino
que me mostró, además, el camino que había elegido... Su última
elección de espejos fue errónea, y era por eso que se encontraba
atrapada entre las ramas de un árbol que en realidad no lo era.
Aquellas ramas le apretaban fuerte. Se desangraba lentamente. Pero yo
iría hacia el bosque para ayudarla; iría con mi navaja de siempre y
me equivocaría adrede en la elección de espejos. La hallaría... La
rescataría para traerla de vuelta a casa. A una casa que no era
suya, pero que podía serlo si ella así lo quería.
Una pregunta rondaba mi cabeza,
mientras me dejaba llevar por mis pensamientos: “¿de dónde había
venido Alicia?”. Ni bien me preguntaba aquello, surgieron otras
preguntas a mi mente: “¿y sus padres?¿Acaso no la están buscando
como yo?, ¿no preguntan por ella?”. Decidí no seguir haciéndome
preguntas y seguir avanzando en el camino que ya tenía trazado.
Avancé al “tercer espejo”, cuando al salir de él me topé con
una realidad que no era solo verde. No solo existía en el bosque,
animales silvestres, árboles y caminos... ¡Existía ciudades
enteras con gente viviendo en ella! No quise mirar. Me dejé
deslumbrar un solo un instante, para nuevamente seguir con el plan...
No podía perder el tiempo tratando de entender lo que ocurría. No
podía más que seguir corriendo donde debía... Pero, mi pasos no
eran tan lentos. Mi cuerpo ya no estaba tan cansado y sentí esa
sensación de poder conseguirlo todo. Era una sensación que pensé
estaba extinta. Mi cuerpo perdía un año con cada pisada. Ya en
determinado momento era joven nuevamente. No podía ver más que mis
brazos descubiertos, que ahora ya no tenían esos lunares horribles,
ni estaba mi piel tan reseca, ni lastimada; pero sabía que todo mi
cuerpo había cambiado. Quise festejar, pero no tenía tiempo...
Alicia no aguantaría mucho más. Debía... ¡seguir corriendo! A lo
lejos pude distinguir el “cuarto espejo”. Corría hacia él con
toda esta nueva-vieja energía que poseía, cuando oí mi nombre en
un grito: “¡Bruno, detente!”, se oyó en aquel pedazo de bosque
que no era un bosque. Era Esmeralda que venía corriendo hacia mí,
hermosa como siempre... Estaba vestida del mismo modo que en mis
recuerdos. Sí, era la misma Esmeralda que había abandonado hace
sesenta años. La misma que había preferido obviar de mi vida por
ser un maldito cobarde.
- Bruno, ¡estás aquí! No es un sueño, ¿verdad?-preguntó Esmeralda en voz de susurro, mientras me abrazaba, dejando caer algunas lágrimas en mi nuca.
- Tal vez sí lo sea. Si lo fuese, todo tendría sentido.-le respondí, enviciándome del aroma de su cabellera larga y hermosa, con fragancia de duraznos.
- Sé a qué has venido. Si atraviesas el cuarto espejo nunca regresarás... Nadie lo ha hecho antes.
- Aunque eso sea cierto, debo ir.
- ¡Por qué! ¡Puedes empezar una nueva vida acá! Sé que es una pobre niña, pero ya no puedes hacer nada por ella... Y, no tienes que empezar esa nueva vida solo... Yo aún te amo. Fuiste y eres el único hombre que he amado siempre.
Recorro su bello rostro con mis manos
como lo hiciera alguna vez. Mis manos lo recuerdan. La beso con
pasión. Luego, interrumpo mi felicidad para nuevamente hablar.
- Lo siento, no puedo hacerle esto nuevamente a la persona que más amo. Lo hice una vez, y no pasé un día sin pensar en morir.
Alejo los brazos de Esmeralda de mí,
ocultando mi vista de ella al hacerlo. Saco de uno de mis bolsillos
la navaja que dejaría libre a la pequeña. Corro desesperadamente
hacia Alicia que se desangra cada vez más. Al fin una de mis piernas
atraviesa el “cuarto espejo”. Siento como, al hacerlo, mi cuerpo
envejece nuevamente. No la veo. A decir verdad no veo nada. Ni
árboles que no son árboles, ni Alicias, ni caminos. Solo “nada”.
Pasaron así varas horas cuando la misma voz que oí en sueños que
no eran sueños, me dijo: “al fin llegaste”.
- Esmeralda te ama, Bruno. -afirmó Alicia, luego de su saludo de recibimiento.
- ¡Alicia, dónde estás! -exclamé, intentando descifrar la dirección de su voz.
- Ella me pidió que te trajera. Me dijo que sería difícil lograrlo, ya que eras un cobarde y un mentiroso. Pero lo conseguí, ¿no? Estás aquí. Pero para tu mala suerte, llegaste tarde: Alicia ya no existe.
- ¿Qué ocurre Alicia? No entiendo. ¡No entiendo!
De la “nada”,
que no es oscura ni blanca, que es quizás incolora, surge una
imagen... No hay suelo, ni hay caminos siquiera, pero se oyen
pasos... Pisadas con escasos rastros de sonido. Me emociono al pensar
que es Alicia viniendo hacia a mí. Casi entiendo a dicha i
magen como
suya, cuando aparece nuevamente frente a mí, Esmeralda.
- ¿Qué es lo que no entiendes, anciano decrépito? Yo soy Alicia. ¡Hasta un niño ya lo habría pillado! ¿Acaso pensabas que eras el único que sabe mentir? Esperé sesenta años a que llegaras. Tenía mucho miedo. ¡Dónde estabas entonces, maldito cobarde! ¡Dónde!-grita Esmeralda, con todas sus fuerzas. Luego, rompe en llanto mientras coge sus rodillas con sus manos.
- ¡Muerto! ¡Estaba muerto! -exclamo con mi ahogada voz de anciano de siempre. Evito mirarla para no pensar en abrazarla, ni sentir su piel cerca a la mía.
Aparece un espejo
enorme detrás suyo; lo sé sin mirarlo. Lo sé porque su resplandor
es intenso. Nos quedamos en silencio hasta que ya no lo estamos. Una
luz nos rodea y de pronto estamos allí en cualquier parte.
El “quinto
espejo” es mejor que el tercero. En él soy joven una vez más y
tengo la novia más bella del mundo. En él soy un anciano y tengo
una pequeña amiga que me acompaña cuando armo una fogata. En él no
pienso en morir, sino que vivo intensamente sin “miedos”, ni
“mentiras”.
FIN
Hola, Bruno:
ResponderEliminarComo siempre, escribes hermosas imágenes, La historia es todo lo descabellada que puede dar el tema. Se ve el esfuerzo por mantener la dinámica de la historia, aunque por ahí se enreda o se reitera. También noté ese uso de "puntos", en las entradas de los diálogos; a lo mejor creas un desafío a la RAE al no usar las convencionales comillas o las rayas. (Ja, ja, ja).
Acerca de leer mis cuentos, todo mi material está en Sttorybox, donde figuro como LASOURISSE, que significa "ratita". Lee lo que quieras; no aspiro a vender miproducción; la registro en Safe Creative por si alguna vez se me ocurre o necesito hacerlo. Por ahora, es para mi familia y amigos cercanos.
Espero que salgas del desempleo.
Saludos. Felices Fiestas.
Hola Bruno. Tu historia me ha hecho recorrer el íntimo bosque de recuerdos, donde las imágenes de otra Alicia u otra Esmeralda me saltan desde el reflejo de las evocaciones de mi propia existencia.
ResponderEliminarEspero seguir leyéndote en Literautas o acá en tu blog. Feliz fin de año y un 2016 lleno de creatividad.